Para hacer mi homenaje al medio siglo de televisión en España he cogido cuatro momentos que me han impactado. Son los primeros que acudieron a la llamada así que supongo que serán los más importantes. No son ni tres ni cinco porque soy así de molón. Los colocaré por orden cronológico:
Si naces en los '70,
Verano Azul no puede faltar. Ahora todo son risas por el cutrerío, la fealdad de algunos, la chulería de otros, etc... pero
Antonio Mercero nos tenía agarrados. Yo recuerdo verlo en el apartamente alquilado en la playa de aquel año mientras mis padres dormían la siesta. Por supuesto no podía bañarme hasta que pasaran las dos horas reglamentarias de digestión. Eso sí, hasta que no acababa el capítulo no daba la brasa para bajar a la piscina.

En perspectiva creo que lo que no se perdona es que mataran a Chanquete. A unas generaciones las marcó la horfandad de Bambi y a otras la de Simba. Nosotros tuvimos que crecer sin Chanquete que encima era de verdad y no un dibujo animado. Nadie reconoce que le emocionaba la serie ahora que nuestro corazón de duro legionario no se ablanda con tonterías. Yo lloré.
Años después llegaron las lagartas, en todos los sentidos, más sexys de la historia. A mi me gustaban más que los cutres rebeldes. Lo mismo me pasa con
La guerra de las Galaxias, será que me ponen los uniformes. Cuando Diana se come el ratón y se descubre el pastel fue glorioso. ¿Serían conscientes de que estaban creando una imagen mítica para la historia de la televisión?

Cuando se acabó el monopolio y llegaron las privadas todo cambió. Ahora que cada uno ve una cosas las tertulias no son iguales, antes no había más huevos que ver lo mismo. Sobre todo porque no se ponia el UHF para casi nada (como ahora). Agazapada en los cambios irrumpió
Twin Peaks.

El agente Cooper y sus obsesiones se metieron al público en el bolsillo. Por eso el final de la primera temporada dejó al mundo con el corazón en puño, ríete tú del accidente de avión de
Falcon Crest. Luego todo fue distinto, algunos se desengancharon, otros ya sabían que era una mierda (sic) y a unos pocos nos siguió gustando.
La diversificación de la audiencia y el buscarse la vida para ver lo que te gusta es el pan televidente de cada día. Gracias a eso llego al último momento, el final de
A dos metros bajo tierra. De momento la quinta temporada sigue inédita en España.

Si las temporadas anteriores eran grandes, la quinta es simplemente monumental. Cuando el final de una serie te sigue viniendo a la cabeza meses después es que han hecho muy bien su trabajo. Claro que también me acuerdo del de
Dawson crece y me dan ganas de pegar a
Kevin Wiliamson con un calcetín sudado. El que sea de lágrima fácil que prepare los pañuelos porque habrá tristezas y alegrías, pero es seguro que nunca se olvidará de la familia Fisher.